Este articulo es la primera parte, continuará con la segunda donde se ofrecerán soluciones y recursos para abordar este síntoma.
Escribí un artículo sobre el hecho de cortar el frenillo lingual del bebé por dolor en los pezones de la madre y esto provocó algunas reacciones que me llevan a esta reflexión sobre el dolor.
Es bien sabido que el dolor es un síntoma subjetivo con gran variabilidad de percepción según el sujeto que lo siente.
Hay muchos factores que influyen en la vivencia del dolor. Pero uno de ellos parece ser el más preeminente: el estado de tensión psicológica o emocional que desemboca en tensión muscular y toda la cadena de reacciones químicas y hormonales que conlleva.
A más relajación menor percepción de un foco doloroso y viceversa.
Nos dice Cousins en su conocido libro Anatomia de una enfermedad, fruto de su experiencia en primera persona:
"Pocos saben que aproximadamente un 90 % de los dolores desaparecen por si solos, que no siempre indican mala salud y que son
el resultado de la tensión, las preocupaciones, la inactividad, el aburrimiento, la frustración, la ira reprimida, sueño insuficiente, abuso de comidas o mal equilibradas, abuso de alcohol y tabaco…."
Cousins comprobó que 10 minutos de carcajadas tenían un potente efecto analgésico, cuando el efecto terminaba volvía a visionar películas o series cómicas. Además de la mejoría de sus síntomas, se vio que algunos marcadores biológicos, como la VSG mejoraban, demostrando así que la mejoría no era solo subjetiva.
El dolor físico es un aviso de nuestro cuerpo que nos indica que algo no funciona bien y tiene un propósito de reparación y supervivencia. Esto se ve muy claro cuando nos hacemos una herida o una fractura ósea, el dolor que nos produce sirve para que tengamos la zona en reposo con el fin de que pueda cicatrizar o repararse bien.
De hecho, el gran problema de las personas que padecen lepra, por ejemplo, no es otro que la incapacidad para sentir dolor físico. Los leprosos tienen lesiones ulcerosas en la piel, a menudo les faltan las partes distales de las extremidades o la cara, que da esta imagen característica y monstruosa. Y la causa de este tipo de lesiones es la falta de sensibilidad por atrofia en los nervios sensitivos periféricos, en los receptores de sensibilidad y el dolor. Como no sienten dolor, las microlesiones que se producen van creando ulceras que no se llegan a curar. Se ha comprobado que si tienen cuidado con las lesiones y evitan los microtraumatismos, su evolución es mucho mejor.
La maternidad es uno de los mayores procesos iniciáticos. Y como todo camino iniciático no es fácil. Hay que atravesar por pruebas y dificultades, por miedos que ponen a prueba el valor de la madre. Por tanto es ingenuo pensar que una maternidad es un camino de rosas donde todo es felicidad. Hay que estar preparada para un viaje hacia dentro, hacia el conocimiento de una misma. Dado que se trata de una aventura complicada, hay que insistir en que por lo menos no se le añadan obstáculos externos inútiles y perniciosos, como es toda la medicalización que hoy en día está normalizada y que solo ayuda a crear más y más problemas que se van encadenando.
Cuando una mujer amamanta y siente dolor, algo que según algunas estadísticas sucede en el 90% de los casos, puede tratarse de una simple y rápida adaptación de la piel del pezón, en cuyo caso en pocos días se soluciona espontáneamente el problema.
La modalidad más frecuente es un dolor punzante y muy agudo al inicio de la mamada, que aunque persista, va disminuyendo a lo largo de la misma. Está muy presente en los primeros días o incluso meses, para ir rebajando progresivamente hasta desaparecer. Es como si fuera curtiendo la piel de los pezones.
Otra cosa es cuando el síntoma persiste y es mal tolerado, que es la situación objeto de este artículo.
La leche, que es a su vez como un néctar precioso para el niño y que, además de alimento, le transmite energía y amor, atraviesa el foco de dolor en el pezón. Y al pasar este elixir por el pezón parece que el dolor despertara la bella durmiente que la madre guarda en su interior. Ir a buscar, atender y reconocer esta bella durmiente herida es abordar un camino de conocerse y afrontar las propias sombras.
El dolor es pues, una manifestación de la herida interna emocional de la madre que emerge y viaja con la leche y se sitúa en la frontera entre madre e hijo, el pezón. Así, la leche sería como un vehículo que permite, en su recorrido, tomar consciencia de dicho dolor interno.
Esta es una gran oportunidad para reconocer el conflicto en forma de dolor, para no ningunearlo más ni volverlo a esconder debajo de la alfombra. Se hace patente, presente. Si se sigue ignorando, se esconderá para seguir creciendo en la oscuridad y desaprovecharemos una oportunidad para avanzar en el auto conocimiento, que es la única manera de alcanzar mayor grado de libertad, paz y bienestar.
Situarlo fuera es una forma de desviar el conflicto, de huir de él. Y aún es peor cuando situarlo fuera es adjudicarlo al bebé, ubicar la causa en el hijo. Entonces se está creando una lucha inconsciente donde quien causa dolor (y subliminalmente es el enemigo) es el bebé.
Y siguiendo modernas y mecanicistas pautas, se intenta solucionar poniendo material artificial, sintético, entre su boca y el pezón (pezoneras), causando además una confusión del pezón que hace peligrar el acople natural y puede acabar en una lactancia materna fallida (o solo a través de la pezonera, lo cual ya no es natural).
Las grietas en el pezón son heridas que duelen como duele cualquier herida cuando no se deja reposar o cicatrizar, cosa difícil en una lactancia. Pero es bien conocido que la gran mayoría de madres con dolor en el pezón no tienen grietas.
Por supuesto que hay que revisar la posición de la boca del bebé al coger el pezón, si no es correcta hay que corregirla para evitar dolor, heridas e incluso problemas de peso y poca ingestión de leche, con lo cual se entra en un bucle donde el bebe necesita mamar más a menudo y más tiempo, por no saciarse lo suficiente y esto aún produce más maceración y dolor en el pezón.
Otras veces se culpa a los microorganismos (hongos) que forman parte de la flora normal del cuerpo humano, pero pueden proliferar por problemas del terreno. Y cuando lo hacen es con finalidad reparadora de dicho terreno.
Y aunque dicha proliferación no significa que sean la causa, se aplican medicamentos o sustancias “antisépticas” o “antifúngicas” que matan la mayoría de flora saprofita (normal) de la boca y el pezón, y alteran por tanto el funcionamiento micro orgánico beneficioso.
Si, como último y pésimo recurso, se atribuye el dolor al frenillo lingual corto del lactante y se indica cortarlo, entonces la transferencia de todo el “conflicto” interno de la madre, la pasamos al bebé y perpetramos un sacrificio de sangre que, por dinámicas energético-emocionales, a veces, consigue eliminar o disminuir el dolor, y otras muchas no sirve para nada. Solo para infligir un dolor inútil y un trauma en el vulnerable cuerpo del bebé, y lo que es peor, en su foco de supervivencia, la boca.
Puede que, según comentan algunas personas, estas técnicas mecanicistas -aplicadas por que se atribuye la causa del dolor al mamar al bebé- contribuyan a salvar lactancias. Que tal vez, algunas de estas mujeres no hubieran continuado dando de mamar si no fuera por todas estas intervenciones, es posible.
Afrontar este hecho de una u otra manera es una elección, como es una elección, la alimentación que se sigue, el enfoque y gestión de la salud familiar, vacunar o no vacunar, vivir lejos o cerca de la naturaleza, estar más o menos conectados con nosotros mismos o decidir iniciar el camino interno de consciencia y crecimiento, un camino que un día u otro todos hemos de afrontar si no queremos pasar por esta experiencia vital de manera estéril y desempoderada.
Quien quiere conocer y asumir la soberanía personal y la responsabilidad que conlleva, ha de encarar con valor dicho camino interno que pasa por entrar en las sombras oscuras, dolorosas y tristes, y la maternidad es una abertura natural hacia este camino.
El hijo lo apunta, lo señala con el dedo, te lo enseña (y este tema solo es el inicio, el hijo seguirá insistiendo en señalar la causa del conflicto, de diferentes formas, a lo largo de su infancia)…pero la decisión siempre es personal, cada madre sabrá y es libre, por su libre albedrío, de tomar el camino difícil pero empoderador o el fácil, el que nos dictan desde fuera.
Continuará....
Lua Català
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