Este es un artículo del 2009 publicado en L'Ebre, periódico local de Tortosa pero que sigue vigente.
Lo que todos podemos apreciar son fenómenos
como el calentamiento global del planeta; la salida a la luz de más casos de
corrupción a todos los niveles, urbanístico y político, (a menudo asociados),
institucional y doméstico; la tan utilizada crisis económica; el desencanto o
falta de confianza de la gente en el sistema político preponderante, la
democracia; el aumento del fracaso escolar y el gran número de profesores que
están de baja laboral; el número creciente de niños medicados por
hiperactividad o déficit de atención....y podría continuar así con una lista
inacabable de situaciones que nos afectan como seres humanos y que nos llevan a
la pregunta que titula este artículo.
Si vamos a buscar a las fuentes de sabiduría
antigua, las civilizaciones indígenas de todo el mundo, podemos entender muchas
cosas. En primer lugar, como nos hemos alejado progresivamente de la Tierra, la
naturaleza, Gaia o la Pachamama como dicen los Mayas.
Estas culturas, siempre nos han advertido de
cuáles serían las consecuencias de no cuidar, respetar y amar la casa que nos
acoge. En sus profecías nos demuestran tanto su capacidad de amar a la
naturaleza, a sus hijos y a la misma existencia, como su sorprendente capacidad
de predecir fenómenos físicos, geológicos y astronómicos que actualmente los
científicos están descubriendo con su sofisticada tecnología.
Se está viendo que hay un cambio de
inclinación del eje de la Tierra que modifica la intensidad de la fuerza de la
gravedad, o que el sol no tiene las manchas que correspondería, o que los
cetáceos se suicidan en masa, etc.
Todo esto no son fenómenos aislados, forman
parte, junto con todos los síntomas que he comentado al empezar, de un momento
evolutivo del nuestro mundo, de un aumento de la frecuencia vibratoria del planeta
y todos sus habitantes. Este aumento de la vibración está relacionado con un
aumento de la luz que recibe la Tierra y que según las profecías antiguas tiene
su momento álgido en 2012.
¿Y qué hacemos con todo esto? Habrá cada vez
más literatura, cine, divulgación apocalíptica que generará o aumentará el
miedo en las personas, y el miedo es la mejor manera de tenernos bajo control
psicológico. En cambio, lo que se nos está pidiendo desde cualquier dimensión
existente, pero sobre todo desde dentro de nosotros mismos, es un aumento del
nivel de conciencia, un salto hacia una humanidad más luminosa, más consciente
de nuestro poder como creadores y más amorosa.
El salto que ahora estamos
presenciando es el del hombre pensante, Homo
sapiens, al hombre con conciencia, Homo
Noeticus (y perdón por el uso del género masculino, PD: con ironía, claro).
Hay
mucho trabajo para hacer y tenemos que empezar la casa por los cimientos y ya
lo decía también, con tanta simplicidad, aquel famoso oráculo de Delfos.
“Conócete a ti mismo”.
No hay más secreto que este, pero a menudo las cosas más
simples nos parecen poco importantes, estamos tan acostumbrados al dominio de
nuestra mente que necesita la complicación para darse importancia.
La mejor manera de encaminarnos hacia este homo noeticus es cultivando la capacidad
de observación de nosotros mismos, dando paso a este observador que mira todo
lo que nos pasa -tanto en el cuerpo, como en las emociones o la mente- desde
fuera, como si viera una película donde cada cual es el protagonista.
Observándonos en cada momento y en cada situación de nuestra vida cotidiana.
Y
la mejor herramienta que tenemos es la más sencilla, la respiración.
Todo lo demás viene dado en el proceso, por
ejemplo que formamos una unidad con la madre Tierra; con nuestros congéneres, sí,
también con este vecino que no soportamos; con las piedras; los árboles o los
delfines; con el sol con el cual nos pretenden enemistar con tanto anuncio de
cremas protectoras; con los virus y las bacterias.
Solo cuando te llega la
comprensión interna de esta unidad desaparece el miedo y somos capaces de
aumentar nuestra frecuencia vibratoria que nos protege de todo.