diumenge, 26 de maig del 2019

Enfermedades típicas de la infancia ¿Contagio por resonancia mórfica?


Foto: Por cortesia de Matías Díaz
Ante la falta de demostración de la teoría microbiana como causa de las enfermedades llamadas infecciosas, una pregunta surge de forma repetida cuando hablamos de enfermedades típicas de la infancia, la gran mayoría de ellas vacunables en la actualidad.

Si nunca se ha podido demostrar que ni bacterias ni virus sean la causa de las enfermedades ¿Cómo se explica entonces en contagio?

Voy a obviar el contagio en epidemias generales en población de cualquier edad, aunque seguramente se podría aplicar el mismo principio y me voy a centrar solamente en las enfermedades de la infancia, por estar situadas en un marco muy específico debido a la edad, a la benignidad y a la conveniencia para la salud general y evolutiva del ser humano.

 

La bien conocida y divulgada teoría microbiana falla desde su base cuando se estudia ampliamente.

Para empezar, los postulados de Koch que eran los cimientos en los que se construyó este edificio, no se cumplen casi nunca, algo que hasta una prestigiosa publicación médica ya reconoció hace años (en 1909 la revista Lancet publicaba que: “Los postulados de Koch se cumplen raramente o nunca”.)

 Y más allá de esto, cuando ahondamos en las verdaderas causas de epidemias como la polio, por ejemplo, se hace evidente la causa tóxica por pesticidas e incluso los casos debidos a la misma vacuna.

 Por lo tanto, sin insistir más en el tema de la falsabilidad de la Teoría Microbiana, que investigadores independientes han demostrado sobradamente, paso a una probable explicación de dicho fenómeno de contagio.

La primera afirmación que quiero dejar clara es que, descartada la causa que intereses espurios han querido que creamos, no sabemos a qué es debido el contagio. Y lo cierto es que se produce.

Las “enfermedades infantiles” que son (o eran) más contagiosas son: el sarampión, la varicela, la rubeola, las paperas, la escarlatina y la tosferina.

El hecho de que sean “enfermedades típicas de la infancia”, como solíamos denominarlas hace tan solo unos años en la historia pediátrica, ya tiene mucho significado.

Así pues:

Se producen en niños generalmente antes de los 7 años (de manera natural) lo que demuestra un programa biológico con un sentido concreto.

Lejos de lo que nos quieren hacer creer, son procesos o crisis, no solo leves, sino incluso beneficiosas para el crecimiento y desarrollo del ser humano. Le dota de recursos para una buena homeostasis y autorregulación de su sistema orgánico. Es bien sabido, desde el enfoque homeopático, que quienes no han pasado dichas “enfermedades” tienen más tendencia a una mala salud. Podríamos compararlas con un entrenamiento del sistema orgánico para mejorar y refinar la salud biológica o el terreno.

Tienen una tendencia a manifestarse en grupos infantiles, sean grupos escolares, familiares u otros, una importante función en la salud pública.

Las conocidas fiestas del sarampión (ver foto "Cómo disfrutar del Sarampión") que organizaban muchas madres nos dan la prueba histórica de la benignidad y casi alegría de alivio, cuando un hijo finalmente había pasado por todas ellas. En mi generación donde no existían programas de vacunación masivos, esta era la tónica general, hermanos, primos, amigos, todos pasábamos por esta “iniciación”.

Todas las madres sabían cómo actuar y cuidar hijos con estos procesos, eran más expertas que los propios pediatras incluso en su diagnóstico y por supuesto que nunca generaban preocupación ni alarma, formaba parte de una infancia normal.

Las raras complicaciones graves y muertes eran pura anécdota, cuya historia y gestión de la enfermedad habría que conocer y que seguramente nos explicaría la nefasta evolución. Pero sobre estas rarezas estadísticas han basado gran parte de la argumentación para justificar las vacunaciones masivas, sobre todo con el sarampión, ya que la existencia de un programa que pretende erradicarlo hace años (sin ningún éxito) hace más necesario el márquetin del miedo.

Repito que no está en mi ánimo ni pretendo afirmar nada que aún no se ha demostrado, pero sí, apuntar o sugerir una probable hipótesis.

Dicha hipótesis se basa en la teoría de la Resonancia mórfica de Rupert Shekdrake.

Nos dice Sheldrake: “Existen en la naturaleza unos campos llamados Morfogenéticos, los cuales son como estructuras organizativas invisibles que moldean o dan forma a tales cosas como plantas o animales, que también tienen un efecto organizador en la conducta”.

Se puede encontrar amplia información sobre esto en internet.

También Jung nos habla del inconsciente colectivo, o los campos akashicos de Ervin Laszlo. Muchos científicos actuales trabajan ya con estas teorías que explican campos unificados de conciencia y por lo tanto, grupos de seres que manifiesta actitudes, conductas, aprendizajes o situaciones comunes.

Así pues las enfermedades de la infancia pueden caber perfectamente en esta explicación: grupos de niños que conviven crean o manifiestan un campo morfo genético o resonancia mórfica con síntomas similares, aunque siempre diferentes según la individualidad.

Por tanto se trataría de un contagio que podríamos llamar energético, electromagnético o de resonancia informativa. Y según decíamos antes, con un objetivo reforzador de la salud, en este caso la salud grupal y por tanto un fenómeno social benéfico.

Un acuerdo tácito del inconsciente colectivo de un grupo para realizar un salto o prueba iniciática que refuerza los mecanismos biológicos y madurativos.

Es evidente que todo esto ha cambiado. La evidente inmunidad verdadera y real que tenemos quienes hemos pasado por estas enfermedades, ahora, por desgracia, ya no se produce.

La era farmacológica en general y las vacunas masivas, indiscriminadas y progresivamente más y más numerosas que reciben los niños, han modificado radicalmente el panorama.

Según mi entender han creado un caos en la homeostasis natural del cuerpo humano que ha generado una “deuda inmunitaria”, de modo que estas crisis saludables y benéficas ya no se producen. O se producen en algunos casos o pequeños brotes que van surgiendo (afortunadamente para quienes los padecen) y que demuestran fehacientemente la gran mentira de la protección por vacunas, ya que se dan mayoritariamente en niños vacunados.

Algunos adultos de la generación más vacunada y portadores de esta deuda inmunitaria, también padecen estas enfermedades, que son peor toleradas por presentarse en una edad inadecuada, según la sabia programación biológica del cuerpo humano.

Hace tiempo que intuyo esta explicación para el contagio de dichos procesos infantiles, desafortunadamente, ya casi desaparecidos.

Este fenómeno es aún indemostrable por tratarse de energía, información o campos resonantes. En el mundo mecanicista y empírico, donde sólo se valida lo que podemos percibir con los cinco sentidos, o lo que se puede medir o evidenciar con aparatos tecnológicos, todo lo demás que no está densificado en el plano de la materia, no existe.

Pero es evidente que aquello que la ciencia aún no puede medir ni demostrar por la evidencia, también existe. 
Es más, en lo sutil está la explicación y la raíz de todos los fenómenos que se expresan materialmente.



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